¿Dónde estará en estos momentos ese muchacho?
La pierna cruzada, cigarrillo en mano, la lluvia a penas intensa, esa tipo gota constante que se deja colar entre las hojas.
Teclea sin cesar, ya no más en la máquina de escribir Remington, que aunque hijo de esta generación apenas la usó cuando fue estudiante. Ahora es el computador Toshiba en mano, la cual está tan ajada como la máquina pero aún es más veloz, tanto como sus ojos o sus pensamientos.
Me da por pensarle cuando se dejar mirar a través del cristal del jardín. Escritor incansable, ahora parece estar en medio de una noticia, no se si de guerra, ya que en este lado del mundo no las hay tal y como las solíamos conocer. Ahora son nuevas versiones, nuevas formas de luchar y amigar casi contratodo y contratodos.
No se si realmente está con esa noticia, la llamada primicia, ¿cuál será por cierto? En cualquier caso todos debemos esperar sus comentarios, el mensaje que llega, el correo de la mañana, las nuevas de cambio o quizá las de la última noche.
Sin siquiera proponerlo, elabora un punto aquí, cruza una línea allá. A veces, cuando le cambia la cara, casi podrías notar lo que sucede en el mundo. Un viso de nube, es el huracán quizá más para él que para los otros. La mirada entornada sin sonrisa, es un tejer, no se si de malas noticias, pero al fin una elaboración muy puntual. Todos sabemos cuando él está produciendo, porque teclea más rápido de lo normal, tuerce un poco la cabeza hacia la derecha y la lectura hacia la izquierda. Si viene sonrisa, sabemos que es “una buena maldad.”
Es mi amigo también, como de otros. No es el compañero de copas, sino más, quizá no el buen vecino, pero siempre tendrá una palabra para vos. Es un maestro, un detective, un investigador con todo y sabueso.
Ese es el chico que está al otro lado del cristal, pierna cruzada, pantuflas azules, pantalón de algodón y camisa de un día cualquiera.